La felicidad era eso:
bordar en una colcha
unos bucles de colores,
dibujar sobre una sabana
hilos finos de cristal,
sueños de nácar,
y pensamientos de angora.
El verte,
el olerte,
el saborearte,
tu presencia.
En nuestra casa
y andadas las estancias
que se llenan
de tu vista,
de tu olor,
de tu sabor,
de ese enigma
en el cual se impregnan
nuestros días al llegar la noche:
el ladrido del perro
los niños, los agregados,
el saber de tu regreso
después de una dura jornada,
en una palabra: cotidianidad.
bordar en una colcha
unos bucles de colores,
dibujar sobre una sabana
hilos finos de cristal,
sueños de nácar,
y pensamientos de angora.
El verte,
el olerte,
el saborearte,
tu presencia.
En nuestra casa
y andadas las estancias
que se llenan
de tu vista,
de tu olor,
de tu sabor,
de ese enigma
en el cual se impregnan
nuestros días al llegar la noche:
el ladrido del perro
los niños, los agregados,
el saber de tu regreso
después de una dura jornada,
en una palabra: cotidianidad.
Uff, el ultimo verso me ha roto, creo que le sobra, se sobreentiende esa cotidianidad en el poema, es decir, el poema refleja esa cotidianidad.
ResponderEliminarpuede ser si, ya está todo dicho en los anteriores. gracias por la observación.
ResponderEliminarEs muy bonito, muy muy bonito.
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